Por Dario Aranda
Tres comunidades indígenas de Salta solicitaron al Poder Judicial en
2008 la protección de su territorio. En los cinco años transcurridos, el
expediente pasó por diferentes juzgados, pero ninguno
protegió el territorio indígena y, en ese lapso, las topadoras del
agronegocio avanzaron sobre 15.000 hectáreas indígenas. En
contraposición, la vía política de los empresarios fue más expeditiva:
en dos años lograron la audiencia para desmonte.
Las
comunidades wichís San José, Chustaj Lhokwe y Cuchuy viven desde hace
generaciones en la zona de Ballivián (departamento de San Martín). Junto
a la defensora pública federal, las comunidades presentaron un amparo
judicial en 2008 para suspender los desmontes, exigir la titularización
de sus tierras y que “se garantice su supervivencia en condiciones
dignas y la transmisión de su legado cultural a las generaciones
venideras”. En 2009, una pericia antropológica confirmó la relación
histórica de las comunidades con ese territorio. En noviembre de 2009,
el juez federal de Orán, Raúl Juan Reynoso, se declaró incompetente y
remitió la causa al procurador de la Nación.
En agosto de 2010,
el procurador general de la Nación remitió el caso a la Corte Suprema
de Justicia. El máximo tribunal se tomó tres años y dos meses (octubre
de 2013) para declararse “incompetente” en el caso y remitió el pedido
indígena a la Corte de Salta.
Mientras el expediente esperó
respuesta en tribunales nacionales y provinciales, los wichís perdieron
15.000 hectáreas a manos de empresarios de agronegocios, que contaron
con autorizaciones del Ministerio de Ambiente de Salta.
La vía judicial no dio respuesta al pueblo wichí. Y la vía política sí respondió (afirmativamente) a los empresarios del agro.
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